¿Qué tienen en común entre un granjero afectado por la sequía de India, un joven del South Side de Chicago y un hombre blanco de cincuentaytantos que acaba de ser despedido? Esta pregunta ejemplifica el enfoque de Good Economics for Hard Times: Better Answers to Our Biggest Problems (Buena economía para tiempos duros: mejores respuestas a nuestros mayores problemas).
A Abhijit Banerjee y Esther Duflo, dos de los tres ganadores del Nobel de Economía de este año (el otro es Michael Kremer), les gusta pensar a lo grande y a lo pequeño.
Lo grande empieza por las ambiciones del libro. Respaldados por 55 páginas de referencias, los dos profesores del Instituto Tecnológico de Massachusetts abordan una desalentadora lista de cuestiones, desde los impuestos de EE UU hasta los mosquiteros antipalúdicos africanos, pasando por los programas de ingresos garantizados de India.
Los resultados son a veces más confusos que esclarecedores. Incluso en una segunda lectura, no está realmente claro por qué un análisis de la migración se desliza rápidamente del sentimiento antiinmigrante de los países ricos hacia la dinámica de los movimientos del campo a la ciudad de las economías en desarrollo.
Lo pequeño se evidencia en el gusto de los autores por las anécdotas autobiográficas. El libro habla de los juegos de infancia de Banerjee en India, así como de las peregrinaciones sudamericanas del abuelo francés de Duflo, por no mencionar las aventuras de la pareja al comprar un reproductor de vídeo en París.
Los toques hogareños complementan el amor de los autores por el estudio cuidadoso de pequeños grupos de personas comparados. Un grupo recibe algo: por ejemplo, educación adicional o prestaciones de desempleo más altas, y el otro –similar por lo demás–, no. La experiencia de los autores en estos experimentos, conocidos como ensayos controlados aleatorios (ECA), atrajo los elogios del comité del Nobel. Una amplia muestra internacional de estos estudios constituye la mayor parte de la evidencia del libro.
La relación entre los enfoques grandes y los pequeños no siempre es fácil. Aparecen saltos, a veces descuidados, hacia conclusiones interculturales generales. Por ejemplo, la respuesta a su pregunta sobre lo que tienen en común los campesinos pobres, los niños de las barriadas y los extrabajadores de las fábricas es que su dignidad humana no debe verse amenazada. “Si bien pueden tener problemas, no son el problema.” Es difícil discutir esa opinión, pero difumina las diferencias en la forma de respetar la dignidad de las diferentes sociedades y circunstancias económicas.
Una gran generalización global que habría sido útil está casi ausente de Good Economics. Es el retroceso mundial de la pobreza extrema de las últimas tres décadas y la expansión de las clases medias globales que lo acompaña. La expansión sin precedentes del desarrollo resta valor a los “tiempos difíciles” del título del libro. Más significativamente, hace que muchos de los pequeños ECA mencionados parezcan menos relevantes.
Sin embargo, el amplio abanico del texto proporciona un útil estudio de gran parte del estado del arte de los economistas. El panorama no es alentador. Como ejemplo notable, Banerjee y Duflo muestran que las diversas teorías del desarrollo económico están muy lejos de describir la realidad, y mucho menos de ofrecer recomendaciones exitosas a los responsables políticos.
Y este fracaso es demasiado típico. Los economistas solo entienden una pequeña parte de los efectos de la migración y el desarrollo humano; y no tienen una gran visión sobre cómo manejar cualquiera de los dos procesos. Los economistas tienen pocas buenas ideas sobre cómo ayudar a la gente y a los lugares afectados por los cambios económicos. No pueden decir si el ritmo de crecimiento tecnológico se está ralentizando o acelerando. Sus sugerencias sobre cómo abordar el cambio climático son todas inadecuadas.
El libro identifica un problema subyacente. Los economistas amantes del mercado hacen demasiadas simplificaciones psicológicas. En la realidad, las personas no se parecen en nada a las máquinas calculadoras que hacen que la teoría de los mercados competitivos sea tan convincente. Contrariamente a lo que dicen los libros de texto, las preferencias reales no son fijas. La gente real vive en la ignorancia y la confusión, y a menudo con miedo. Sus motivaciones son casi siempre complejas, y las aspiraciones reales suelen ser poco realistas.
Banerjee y Duflo, marido y mujer, concluyen que “no es razonable esperar que los mercados ofrezcan resultados justos, aceptables o incluso eficientes”. En cambio, apoyan un Gobierno bastante activo, que debería guiarse en la medida de lo posible por sus queridos ECA.
Su rigor experimental conduce sobre todo a las recomendaciones que cabría esperar de unos académicos progresistas de Boston: impuestos más altos a los ricos para limitar la desigualdad, más ayuda tanto para los pobres nacionales como para los extranjeros, más migración y un comercio más libre, pero con más ayuda para los que salen perdiendo.
Hay pistas para una agenda más imaginativa que lleve la economía global a responder mejor a las necesidades, miedos y deseos de la gente. El libro, sin embargo, rehúye los debates éticos y sociológicos necesarios para dar cuerpo a estas sugerencias.
Su Nobel les ayudará a promocionar tanto su atención al detalle como su pensamiento global, aunque Good Economics no esté a la altura de todas sus aspiraciones.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews.