Por Mariana Rabinovich.
“Yo me bajo de esta lógica binaria/ de este ring en blanco y negro, de esta noria/ que separa a tus hermanos de los míos/ del absurdo de esta línea divisoria./ Ya no quiero ser soldado de una idea/ ni rebaño de la izquierda o la derecha/ me resisto a etiquetar a las personas/ y me cago en la locura de esta brecha.”
Ha culminado el Carnaval de este año. De las manifestaciones sociales en formato fiesta que más nos mueve a la mayoría de los uruguayos. Varias estructuras nos mueve. Muchas. Mucho nos conmueve el Carnaval: La sensibilidad. El asombro. La capacidad de jugar y reír. De crear. De emocionarnos. Y las posturas acerca de la realidad política que cada quien va tomando, en relación a sus ideologías.
Con los versos primero citados, La Catalina cerraba su cuplé sobre la lucha de clases, de su espectáculo titulado “Defensores de causas perdidas”. Los mensajes de las murgas, especialmente de aquellas reconocidas como “históricas”, han tomado este año el protagonismo de siempre, pero con una característica diferente: importa mucho más aún QUÉ DICEN. No discutimos tanto que temas eligieron de lo sucedido en los últimos meses para tratar en las letras, ni cuál conjunto es más o menos musical, ni cuántos niveles de lecturas son posibles en cada texto. No discutimos tanto quiénes merecían los primeros puestos de cada categoría. Discutimos mucho más las ideas que contienen esas letras.
Con el cuplé de referencia como disparador, se caldeó al ambiente… Bienvenida esa discusión y ese calor! Vamos a sumarnos, porque nos interesa. Y eso está buenísimo ya de por sí.
Ese texto de La Catalina nos pareció fascinante, estupendo. Amamos y celebramos la presentación toda de la murga. Los disfraces, el maquillaje, la entrega y la valía actoral, el movimiento escénico, las sublimes voces y el contenido. Mejor pensemos por qué ha causado tanto revuelo esta letra en particular. Por qué justo ese mensaje, de todos los del carnaval 2019, es el que más se comenta y discute, el más movilizante.
Sucede, que de tanta piña darse nuestros convencimientos ideológicos contra las realidades locales e internacionales de quienes toman las decisiones, muchas veces elegimos el prudente camino del silencio cansado, ante los speechs panfletarios preelectorales, que padecemos campaña a campaña.
No callamos porque nuestras ideologías estén anquilosadas, o en duda, ni por miedo, ni por conveniencia, ni por tibios. Callamos, a veces, porque tememos que decir lo que pensamos concretamente en algunos casos, haga daño a las reivindicaciones conseguidas tan trabajosamente por nuestra izquierda. No hay ejemplo más claro que el de Venezuela. Seguimos a favor del espíritu revolucionario bolivariano. Rechazamos profundamente el camino tomado por Nicolás Maduro. ¿Dejamos de ser o pensar como siempre? Nops. Seguimos pensando igual, o incluso estamos más convencidos aún, más grandes, con más experiencia y argumentos. Pero no somos necios. No nos gusta que nos prohíban pensar, criticar y dudar, utilizando la enorme falacia –cuasi estafa intelectual-, de que marcar un desacuerdo con cualquier cosa que provenga de los autoproclamados dueños de las izquierdas, es traición ideológica y encima traición en beneficio de conveniencias personales.
Creemos que estamos grandes para esto. Estamos grandes para que nos asusten con el ‘cuco’ de ser tibios, traicioneros, egoístas, `transadores` con los poderosos. Recuerda a cuando en la Facultad de Psicología algunos psicoanalistas nos querían convencer a los tiernos estudiantes de los primeros años, que lo que no aceptábamos del discurso psicoanalítico, era señal de `negación`. Es decir, el psicoanálisis practicado por algunos es tan perverso, que contiene en su prédica prevista la cláusula que imposibilita el disenso –nada menos-. Es un dogma obligatorio del que no hay escapatoria, una verdad absoluta. Seguramente a aquellos psicoanalistas la letra de La Catalina le hubiera parecido muestra clara de personalidad borderline (sic). Si uno no estaba de acuerdo, era porque sus represiones, neurosis, defensas, etc, etc, le impedían ver, le llevaban a “negar”. Una manera de presionar al rebaño bastante hitleriana, disfrazada de loco inconsciente… qué loco! No? Nos parece que eso es lo que intentan hacer contra LA CATALINA ahora. La Catalina no reduce la lucha de clases burguesía-proletariado. Alerta sobre lo de siempre: si hay un solo canal de televisión: hay dictadura; si se escucha sólo una vos: hay dictadura; si no se puede opinar distinto: hay dictadura.
La Catalina no reivindica el liberalismo y el discurso de derechas. En nuestra modesta opinión, La Catalina es un canto a cantar libres.
Atendamos por favor, las terribles realidades de nuestros países vecinos, Argentina y Brasil, para no irnos más lejos…
Tremendas medidas político económicas empujan a la clase trabajadora al abismo económico suprimiendo derechos ganados anteriormente, libertades individuales. Se criminaliza la pobreza a la vez. Se persigue, se apresa, se mata y exilian militantes y dirigentes. Pero la concentración de la riqueza sigue en aumento y la brecha es cada vez mayor… cada vez es más rico el menor porcentaje de la población mundial. Y más pobres son, las enormes mayorías.
A riesgo de repetirnos, queremos aprovechar este espacio para dejar claro lo que pensamos: La Catalina en su discurso no niega la lucha de clases y las diferencias entre la izquierda y la derecha, antes bien, intenta aportar profundidad, pide a gritos (los más afinados del mundo, eso sí), que se reconozca el derecho de todos a opinar, incluso a aquellos que reconocemos que a veces la verdad también está del otro lado, y viceversa…
El mensaje de La Catalina no es tibio. Es jugado. Es claro. Es sincero y muy valioso. Porque nos identifica a un montón. Paradójicamente a muchos de izquierda y también a muchos de derecha. Habrá que analizar cómo es posible esa “unión”. Dónde están los puntos comunes. Por qué ya no todo es tan del todo blanco, o negro. Izquierdísimo. O derecho…
Sin falsedades. Sin cinismos. Esta sociedad nuestra uruguaya es muy cínica, a veces. También muy sincera y sabia, a veces. No queremos una homogeneidad de pensamiento “obligatoria”. No queremos que hablen por nosotros. No es todo lo mismo. No todo es justificable.
Sólo pedimos… al Dios Momo: “Señor, danos la sabiduría para volver a elegir libremente en las urnas lo mejor para nuestro pueblo, no nos dejes caer en tentaciones como Macri y Cristina, líbranos del mal de Bolsonaro y Maduro”.
“Ya no sé qué dice aquel que dice hablar por mí/ y no le compro al mercader de las ideas/ las espadas que trafica bajo el manto del poder/ que enfrenta al pobre contra el pobre en esta arena.”
Foto: www.pastadecampeon.com