LOCOS de la VIDA
Disculpen. Yo me ahogué ayer
Llegando al campamento. El traqueteo por el camino de tierra, el gusto a sal, la piel que reconoce un medio diferente y se endurece. Un sitio donde la naturaleza manda y el cuerpo se adapta, obediente. El pecho abriéndose para recuperar espacios y aires perdidos. Los ojos arenosos, encandilados. El calor y su abrazo salado de bienvenida. Un baño caliente de realidad. Y el mar. El sonido imperante, omnipresente, de las olas rompiendo, del océano que todo lo gobierna, desde la furia, la calma, la indiferencia o el misterio.
Recordé la conversación que nos trajo hasta aquí. Que nos empujó a salir, y me sentí orgullosa.
-¿Qué querías hacer realmente con tu vida? Ahí, por la adolescencia, la juventud.
-Eee, yo, quería ser bailarina, viajera. Escribir! Escritora, sí. Eso, capáz.
-¿Y por qué no lo has hecho?
-Sí lo he hecho, como no!
-Tá. Pero no mucho. ¿No?
-No. No mucho. Creo que porque siempre he deseado demasiado pero capáz fui un poco cobarde y un poco haragana. Un poco estaba perdida también. Un poco que tengo el defecto y la virtud del cambio, dentro. Preciso cambiar. Me gustan muchas cosas, probar cosas, y cuando las pruebo se gastan las ganas. Llego hasta ahí, casi a la cima, y cuando están a tiro, ya no las quiero más. Miedo al fracaso o al éxito, sería. Cagazo. Haraganería. Falta de convencimiento. Sensación de estarme perdiendo otra cosa mientras hago una.
-¿Y escribir?
-No. Eso me encanta siempre. No me importan los demás. Eso me compone los pedazos. Eso lo llevo en el alma. Nació conmigo.
-Bien.
-¿Y vos?
-¿Yo qué?
-¿Vos que has querido siempre?
-Ah!. Sí. Creo que construir. No una casa o un edificio, ni un puente. No algo así, concreto. Es más bien el deseo de construir un lugar completo, hasta con clima incluido. El ambiente, el entorno, los colores, las texturas. Puede ser un mundo perfecto hecho por mí, o un mundo para mí, o para los demás, o todo junto.
-¿Y vos?
-Estaba pensando, sabía que me iban a preguntar, claro, no zafaba. Creo que me interesan los demás, capaz porque mi vida es un bodrio. Ayudar a los otros estaría bien, a los niños, a los más débiles, o pobres, ponele. La verdad me gustaría eso. Entrar a una comunidad como puramente, a actuar ahí, a hacerlo todo mejor. Todo lo mejor que me de el rollo, con otros. Sería encontrarme un lugar, también, porque nunca lo he tenido del todo, o eso es lo que yo siento.
-Pero… sos contadora!
-Sabía que me iban a decir eso. Sí, lo soy pero no lo soy. He contado, sí, por un tema de paciencia más que nada, me da como seguridad, un orden. Pero en realidad me gustaría ser libre, no tener miedos, estar realmente con los demás. Es decir, creo que no me he animado a volar y por eso, por miedo, también, me agarré de algo que me diera un control.
-Antes que me pregunten. Yo creo que pescar. Cultivar. En serio. Vivir absolutamente independiente del comercio. Lejos de la ciudad. En un sitio autosustentable.
-Sos gerente en un Shopping.
-Por eso mismo.
Silencio.
Más silencio.
Un silencio cómodo. Auténtico. Como de descubrimiento.
No se exactamente cuál de los 4 fue que dijo:
-¿Y por qué no lo hemos hecho? Lo de vivir como queremos.
Tampoco recuerdo bien quién se animó a más, porque podía ser cualquiera. Todos ya habíamos llegado a la misma conclusión. O comienzo.
-Ok. ¿Y por qué no lo hacemos? ¿Qué necesitaríamos, hipotéticamente, para lograr vivir como queremos?
Comenzamos a hacer una lista. No fue difícil en principio, una cantidad de dinero determinada para comenzar y pasar los primeros tiempos viviendo de lo que tuviéramos mientras el proyecto que eligiéramos como nueva vida se desarrollara. Un sitio a dónde ir, o preferíamos viajar. La gente exactamente que involucraríamos en el viaje. Cómo resolveríamos los daños colaterales. Familares, Amistosos. Vidas actuales.
Profundizamos en la idea: ¿cuándo y cómo es que uno renuncia a ser? ¿En serio elegimos un camino diferente e incluso opuesto al que deseábamos por miedo, por inseguridad, por seguir al rebaño, por patetismo, por comodidad, porque la vida te arrastra, por alguien más…?
¿Cómo es posible, que una inmensa parte de la gente que conocemos, que más queremos o que nos cae mal, viva así también? Siendo lo contrario a lo que es. Atentando cada mañana contra su ser. Acostándose cada noche con su peor enemigo: uno mismo convertido en su propio traidor.
Y así, fuimos llegando a un punto de reflexión al respecto tan tranquilo como irreversible. Respondimos esta pregunta y estuvimos de acuerdo: ¿Es tarde para hacerlo, para vivir como queremos, para cambiar, para encontrarnos? No. No lo es. Es el momento preciso.
…
Más tarde relataré como organizamos aquel primer viaje, cómo y a dónde partimos. Es decir, lo iré contando poco a poco supongo, porque algo así, no se da ordenadamente, como se comprende. Creo que será más fácil escribirlo cuando vaya surgiendo.
Esta es la tercera vez que volvemos “a base”. Se siente bien regresar aquí. Tenemos algunas cosas que hacer, se generan propuestas al convivir y construir. Tratamos siempre de cuidar el asunto de que no se transforme nada en compromiso, en deber ser, en deber cumplir. Vamos construyendo desde el día a día. Por el placer de estar vivos. Haciendo lo que queremos. No es fácil, pero es posible la mayoría del tiempo si nos empeñamos juntos.
Volvemos ahora porque nos esperan en el Espacio Cultural de los Hijos del Mar, del pueblito de pescadores donde pusimos “la base”.
Salí de la ensoñación con la Gavi mimoseándome la oreja.
-Emi, Emi-, me llamaba despacito. –Dice la Vic si ya tenés impreso el texto
¡Como amo a esta gurisa, mirá que venirse con el tío y nosotras, sus loca tías también!
–Sí, gaviotita, lo tengo, decile.
-¿Y por qué estás escribiendo a mano, ahora?. Después hay que pasarlo y me lo enchufan a mí!
-Por eso, justito, y también porque es más auténtico, salen otras cosas y con otros tiempos-. Le refuerzo la idea: -Hacés algo muy útil, porque al pasarlo, le agregás tus ideas y creamos todos juntos. No es el camino más largo, ni más difícil, ni más sencillo. Es el camino más rico, el que seguimos, Gaviotita.
-Con ese criterio, viajemos en carreta y no en motor home. Volvamos a las plumas para escribir. No utilicemos electricidad. Cambiemos nuestra cabaña por una carpa de lonas, cañas y juncos-. Protesta la jetona, siempre.
Me encojo de hombros. Bostezo. Estiro. Sonrío. La quiero. Le paso las hojas bastante frescas y desparejas, a mano, con lapicera, algunos tachones. Palabras inteligibles que me tendrá que preguntar, o sencillamente cambiará por otras mucho más hermosas, con otros sentidos, como la vida misma.
-Con 6 copias me parece que está bien, para empezar.
Me dirijo hacia la cabina de nuestro Bus-Motor Home-Hogar. “La Carla” está al volante, canturrea tranquila, feliz. -Estamos arribando!, grita.
-Vayamos para la Cabaña. Nos instalamos y salimos para el Espacio. Es media tarde. Nos esperan en la nochecita . Estacionamos, descargamos, me lanzo al baño, porque aunque la del motor home está buenísima, prefiero siempre la tina con burbujas y aromas que instaló Victoria en nuestro hogar soñado. Gracias Victoria y tus ideas de lugares mágicos!
-Voy armando el domo y el fogón. Carla se propone poner a punto los otros sitios favoritos de nuestro hogar base. El domo es la bilioteca-escritorio-espacio artístico creativo de reuniones. El fogón por supuesto, es eso. Un culto al fuego, que tanto tanto amamos y nos representa. Un hogar de piedras en el centro, generoso, espacioso. Fogones más pequeños en derredor, en diversas alturas, sostenidos por jarrones de hierro. Y las pequeñas lucecitas de colores, de diversos tamaños, colores e intensidades, las mismas que inundan todo el balneario, contra las rocas, sobre la arena, en cada choza y construcción de madera y adobe.
Emergí fortalecida desde el baño de burbujas. Mis amigos-hermanos, estaban cantando un poco junto al fogón mayor. Gaviota tocaba una quena hoy, y una flauta. Cantaba esa muchacha, con una voz profunda y baja, que te traspasaba el alma. La música era parte de su ser. Compartimos unos tamales que Ernesto había armado en un nuestro último destino, y salimos para el Espacio Cultural. Las lucecitas nos guiaban y esperaban. Una noche más a orillas de la playa, allí protegida su magia por la ensenada de rocas palpitaba el corazón de nuestro amado pueblito de pescadores. Llegamos del brazo, reconfortados, saludando a los amigos al pasar, hacía ya dos años que vivíamos allí, los lugareños nos empezaban a aceptar como unos primos cercanos, (ponele). Sabíamos de todas maneras, que nos esperaban con cierta expectativa. Eso nos causaba dudas, lo conversábamos sin darle demasiada trascendencia. Intentábamos mantener nuestra independencia del entorno y ser parte natural de él. Sin invadir ni ser invadidos.
En el Espacio estaban los habituales: Tito, Euge, Chispa, Marixa, Marta, la brasilera, otros conocidos, otros no tanto y caras nueva.
Nos presentaron como los chicos de la propuesta psico-teatral de la noche. El ambiente ya estaba caldeado. Música suave, incienso, un poco de porro entraba desde la playa, la sal estaba fuerte esa noche, había virazón. Soplaba el viento firme. A lo lejos se sentía el tronar de algún tambor, en ese instante como premonitorio, en que comienzan a llamarse unos a otros y parece que no pasa nada, pero sabemos que la cosa puede ir in crescendo hasta estallar. Pero estábamos tan entregados a la armonía y la paz aquel día, que no lo vimos venir.
Arrancamos con una rueda de caldeamiento. Tita coordinaba, como de costumbre.
Ese día yo elegí no participar. Pedí permiso para quedarme con mis cuadernos sentada en el piso a un lado, para registrar lo que sucedía. Tenía ganas de eso. Claro que me lo permitieron. Cada uno en lo suyo. Era parte de.
Con el caldeamiento los cuerpos iniciaron movimientos individuales, paulatinamente si iban encontrando. Poco a poco algún ejercicio de personajes y estados. Intercambio de roles. La Carla, a pedido de la Tita, iniciaría la lectura de la obra que yo había propuesto y que Gaviota iría mejorando, recogiendo el aporte de todos. Sería la columna vertebral de una obra itinerante que planeaban llevar por las playas y poblados de la zona, en principio. Y después se vería.
La Carla comienza a repartir los libretos, cuando desde el círculo se escucha la voz de una chica, o de un chico quizás. Suave la vos, pero clarita.
-Disculpen. Yo me ahogué ayer. Me gustaría contar mi historia
No tan a lo lejos, los tambores repiqueteaban con mayor fuerza. En el círculo teatral se sintió el sonido del silencio.
Nadie se movió. Mi lapicera quedó suspendida. Levanté la vista. Vi a Victoria dura, con los ojos como el dos de oro, con su semisonrisa de boquita apenas torcida, con esa expresión de “ya lo comprendí todo y la realidad es un asquito”. Ese gesto de “se los dije”. Y sí, demasiada tranquilidad, la de la última semana. Debimos sospechar.
La voz pertenecía a una figura vestida de negro, que permanecía en semipenumbras detrás de Victoria. Hubiera sido una grosería exigirle adelantarse hacia la luz, interrumpir, o apurar aquella declaración.
Aguardamos. La voz regresó:
-Estaba aquí en la playa con mi familia. Decidí bañarme porque me sentí aturdido. Habíamos tomado un jugo de un vendedor en la playa. Me sentí muy raro. Algo me atraía hacia el agua. Era y no era yo. En ese trance me adentré en las olas. Creo que perdí el conocimiento. No se cuánto tiempo. Sólo salí de ese estado para ver mi cuerpo tendido en la arena. Me veía desde arriba. Yo estaba tendido en la arena, la gente me rodeaba, mi familia gritaba: “Diego! Diego!!”
Yo ya no respiraba. Supe que estaba muerto y sin embargo, estaba ahí. Y estoy aquí. Intento comunicarme desde entonces, pero sólo ustedes me escuchan y parecen percibirme.
Con cada palabra, más inmóviles nos volvíamos los demás. Ni la cara de Victoria sostenía la expresión de costumbre. El desconcierto primaba, para no darle paso al terror.
Y entonces el Tito dijo, con voz estridente: -CARAJO ME CAGO EN LAS PATAS! Sos vos, Oscarsito, haciéndote el vivo??? Salí de donde estés! Y no le encuentro la gracia y no jodas con ese pobre muchacho! ESPANTOSO LO QUE PASÓ AYER!!
O sea que había un ahogado?
Un Diego ahogado?
Los demás de la ronda aprovecharon el disturbio para romper el hechizo y entre puteadas y risas nerviosas de: –“No jodas, bo! Nojodanconesoconesascosasnobo! Comenzron a tocarse y empujar un poco, para escudriñar la sombra y ver al culpable de aquel desmadre y cagazo momentáneo pero certero.
-Soy Diego. Me ahogué ayer-. Escuchamos decir una vez más y percibimos una pierna adentrándose al círculo iluminado central, pero en eso la batucada, que se venía incrementando, arremetió con todo y algunas bailarinas ingresaron al lugar, mamas viejas, gramilleros, un par de mocosos se apersonaron en el centro para bailar a fondo.
Nuestra psicodramatización profunda se cortó. La pierna trémula de Diego se perdió deshaciendo el paso medio dado, hacia atrás. Yo sentí como un resorte en el trasero que me empujaba a perseguir aquella figura, aquella voz. Sentí como Victoria, Carla, Ernesto y Gavi salían a la playa detrás de mí. Íbamos detrás de la sombra, que tras mirarnos unos segundos, en un silencio triste, se sumergió en el mar.
-¿Qué hubieras querido ser, Diego? -grité con una angustia espeluznante.