Escribe: Fabián Sierra Golombievski, Psicólogo clínico con formación psicoanalítica, especializado en niñez y adolescencia.
“… los poemas, las novelas y los cuentos son también el escritor, o al menos un mapa secreta de su alma. (…) muchos artistas dejan, como un pelo en el peine, como una silla caliente, señales de su presencia viva.” Así decía Alejandro Dolina en su cuente “Arte en colaboración”, publicado en el libro “Crónicas del Ángel Gris”.
¿Quién no se ha conmovido con las palabras de un libro, de un poema o con las imágenes de una pantalla?
¿No es posible maravillamos con las historias de mundos lejanos que nos cuentan nuestros abuelos?
¿No hemos fantaseado con paraísos fotográficos?
La historia del arte es casi simultánea a la historia del hombre.
Pero… ¿Por qué el artista hace arte? ¿Por qué el observador la disfruta, o le disgusta?
Tradicionalmente, el arte es definido como una actividad o como una disciplina o como cualquier producto del ser humano que busca expresar ideas o que mantiene un fin comunicativo. Mediante el arte suelen expresarse ideas, una visión del mundo o emociones. Es de destacar que el arte no involucra solo a quien lo produce, sino también a quienes lo contemplan, el observador puede experimentarlo de forma tanto intelectual como emocional.
Casi concomitantemente a la historia del hombre, se ha gestado la historia del arte.
Las más antiguas producciones artísticas pueden datarse en la prehistoria, y desde sus orígenes, las manifestaciones artísticas han acompañado el desarrollo de la humanidad.
El arte, como manifestación humana, es un registro vivo de los pasos que esta especie ha dado en el mundo. A través de Ia historia, el arte, en cada obra, refleja el lugar y la época en la que fue realizando.
El psicoanálisis aparece como detonador de ciertas manifestaciones tanto en temas individuales como sociales, tanto la sexualidad, como los sueños, ya no volvieron a verse de la misma manera. Un ejemplo muy ilustrativo es el de la vanguardia surrealista, la cual fue completamente atravesada por el psicoanálisis, generando así una forma de escritura o la recurrencia a los temas oníricos. La asociación libre de ideas, el inconsciente y el lenguaje de los sueños invadieron las obras artísticas. Por supuesto que todo este movimiento trajo también modificaciones en la crítica Las obras de arte comenzaron a ser analizadas desde una perspectiva más profunda.
Cine y psicoanálisis viajan particularmente por senderos contiguos. Mientras que en 1889 (-1900) Freud estaba publicando su “Interpretación de los Sueños”, en 1902 Georges Méliès estaba proyectando “El viaje a la Luna”, catalogada como la primera película de ciencia ficción en la cual puede verse a seres humanos viajando a la luna, lo cual para la época de su creación era algo imposible, quimérico, onírico.
En el año 1907 escribe “El poeta y los sueños diurnos” (Freud, 1907). En esta obra también centrada en el tema del arte, no se detiene en el análisis de la misma, sino que se pregunta ¿dónde surgen los temas de la poesía? , y ¿cómo es que los mismos logran conmovernos? Explica en esta obra que el poeta tiene la habilidad, de tomar aquello que
en la realidad genera displacer y, desde la fantasía, hacerlo provocar algo placentero. En este sentido, dice que el poeta hace lo mismo que el niño que juega. Concluye diciendo que el placer que nos ofrece el poeta, procede de la descarga de tensiones que posibilita en nosotros. Según él, el artista presenta realizadas sus fantasías en sus obras (de manera más o menos consciente), encubriendo el origen de las mismas y respetando normas de estética.
En otras palabras podemos decir que la estética logra ponerse al servicio de la transformación de los aspectos repulsivo del deseo. La obra de arte puede convertirse en acto cargado de significado. Puede plantearse también a la obra de arte como el resultado final de una lucha entre las pulsiones que pujan para salir al exterior, y una lucha contraria que batalla por no saber nada de ello, recurriendo a la estética para convertir aquello que nos es intolerable en algo hermoso y admirado.
Imagen: “La persistencia de la memoria”, de Salvador Dalí, 1931. (Conocido también como “Los relojes blandos” o “Los relojes derretidos”).