La demencia de la Guerra
ESCRIBE: DR. BALTASAR AGUILAR
TIENES HOY, compañero y compañera de camino, LA GRAN OPORTUNIDAD de mostrar tus méritos de historiador, politólogo, especialista en guerras…tienes la ocasión ideal para defender al imperio tal o cual, lucirte con tus posiciones políticas y darme una respuesta brillante a la perplejidad que me produce la guerra, esta y cualquiera. Una de esas respuestas que dan los “especialistas”, que suelen dejar paralizados de admiración a quienes escuchan. Hoy puedes participar de las estúpidas discusiones de la farsa política y de las redes, cosechar muchos “me gusta”, puedes incluso ponerle números a las altas y bajas, comparar esta guerra con otras, comentarla como si fuera un partido de fútbol …en suma, puedes lucirte con tus saberes sobre geopolítica. Pero ¿sabes una cosa?: nada de eso me interesa en lo más mínimo.
Esta es la demencia de la guerra. Mira esa foto en la que se muestra que 75 km de camiones, tanques y artillería rusas se acercan a Kiev, capital de Ucrania. Pero más allá de estas imágenes y de esas explicaciones políticas está la vivencia y el sufrimiento perpetrados por una guerra generada por descarriados y zaparrastrosos mentales de cualquier ideología, ideología que, te aclaro, tampoco me interesa en lo más mínimo en este momento. Si la OTAN avanza y provoca, si Putin no tiene más remedio que defender sus fronteras y su camarilla de corruptos, si los perseguidos dentro de Ucrania justificarían una reacción de este tipo…nada de eso me importa y puedes guardarte tus razones para el momento antes del asado, porque es un buen tema para lucirte con tus amigos…
¿Te acuerdas de Aylan, el niño sirio que se escapó de las manos de su padre al huir de su país en una frágil embarcación y fue encontrado en una playa? Te lo muestro ahí abajo para que lo recuerdes.
¿Te acuerdas de las explosiones en Alepo y ese niño destrozado por una granada sentado en una ambulancia sin entender nada de lo que pasaba? También te lo muestro para que lo recuerdes.
¿Conoces el drama de los niños ucranianos que se van a los países vecinos y dejan a sus padres que se quedan para combatir en la guerra? Te muestro un video de ayer.
Observa este detalle: te he puesto como ejemplos de la atrocidad de la guerra a niños de distintas razas. ¿Por qué? Porque hay otra clase de “analistas” y “periodistas” que sugieren que hay que conmoverse más con el niño blanco de ojos azules que con el negrito africano o el de tez oscura de Siria. No quiero ser acusado de ese tipo de barbaridades que relativizan lo que sucede en Ucrania -y lo peor aún no ha ocurrido- porque no se habló lo suficiente de los niños palestinos, iraquíes, iraníes, afganos…(hay “periodistas” y “especialistas” de otras latitudes que han dicho que estos niños como el del video nos duelen más porque “son como nosotros”). Pero ese niño que presiente la pérdida de su padre simboliza el horror de la guerra como Aylan o el niño de Alepo.
Dame una clase sobre imperialismo norteamericano o ruso o sobre el asunto sirio. Puedes ocuparte durante horas de la estrategia de la guerra. Habla en cenáculos distinguidos. Envidia, incluso, a políticos y diplomáticos superficiales y frívolos, esos que se reúnen en hoteles cinco estrellas para tratar el asunto de la guerra, o cualquier otro asunto, ellos con oscuros trajes y ellas con cuidados peinados. Pese a que en los últimos días se han logrado fuertes sanciones contra Rusia, nada se puede esperar de esas distinguidas reuniones. Por una sencilla razón: la guerra tiene su propia lógica. Y por otra razón y aquí te voy a confesar algo: conozco esos distinguidos ambientes o parecidos de primera mano, no por asuntos de guerra precisamente, pero sé perfectamente que lo que allí circula no es una legitima preocupación por los problemas de la humanidad, la salud, la educación, el hambre, no, nada de eso, es un desfile de modelos y modas, todo muy vistoso y con agradables aromas pero muy frívolo y guarango y muchas veces movido por intereses secundarios.
Nada de eso interesa comparado con esta vivencia y otras millones de vivencias como esta. Estos niños van a la guerra. Los señores y señoras que imponen sanciones (algunas adecuadas como según parece en este caso) y negocian tratados de paz, en realidad son señoras y señores del mundo de la política y la diplomacia que viven de la guerra tanto o más que los fabricantes de armas. Alguien debería tener la valentía de decir que son unos farsantes.
¿Qué quiero decir con todo esto? Mira: “Pienso luego existo” dijo equivocadamente el filósofo francés René Descartes. No es así. Es “siento luego existo “. Primero es el ser. Nos debe interesar la tragedia humana. Lo demás es lo de menos y es asunto para hablarlo con otros que buscan tema para el mate. Lo que quiero compartir no es ninguna ideología ni ninguna explicación sobre la guerra, lo que siento y quiero compartir querido amigo y amiga, es lo primero, lo que va antes de todo, lo más primitivo, y por lo tanto lo más humano: la indignación, la inconmensurable indignación que producen hechos como estos. Porque en este mundo de redes y guerras en directo todo se naturaliza, se vuelve cotidiano, artículo de consumo, todo se vuelve lógico, reina la indiferencia social, ya no existen imperativos morales, hay un supermercado de la guerra como de cualquier artículo de consumo; entonces lo que hay que hacer no es integrar una hinchada o una barra brava de tal o cual potencia o imperio. Lo primero y quizás lo único que podemos hacer es indignarnos. No perder la capacidad de indignarnos. Indígnate, que se te revuelvan las tripas. La historia humana está hecha de guerras pero detrás de generales victoriosos está la gente común y están estos niños…los niños, mujeres y ancianos de la guerra que no figuran en los libros de historia más que en frías cifras que se olvidan fácilmente. Indígnate, que te dé mucha bronca, que se te vuelque el corazón, que ese es el primer paso hacia una ética de la vida…[wpstatistics stat=usersonline]