Escribe: David Rabinovich.
Como decía el padre de ‘Titina’: “Hoy me levanté con las entendederas entorpecidas”. Parece que el Dr. Julio María Sanguinetti tiene entre ‘ceja y ceja’ que “la causa de los desaparecidos es sagrada”. Eso le surge porque el ‘Nino’ Gavazzo, al que no se le puede creer nada de nada, habría dicho ante un tribunal de honor militar que él cargó el cuerpo sin vida de Gomensoro, -muerto en la tortura- lo llevó hasta el Río Negro, se subió a un bote y lo tiró al agua con ánimo de desaparecerlo. Él solo hizo todo eso. Los honorables miembros del tribunal, Generales del Ejército Nacional, lo sancionaron duramente pasándolo ‘a reforma’, pero no por ese horror ni violar los derechos humanos. Que esté acusado y condenado por 28 asesinatos, desapariciones, torturas, violaciones, extorsiones, falsificación de moneda… eso no afecta – según los tribunales militares – el honor de nuestras Fuerzas Armadas. Sí es grave, para el particular criterio de la cúpula militar, que se permitiera que fuera preso un camarada acusado por la muerte de Gomensoro sabiendo bien que era inocente (de eso, porque el Coronel Gómez no era precisamente un angelito). En definitiva creo entender entonces que le ‘cargó el muerto’ a Gómez y eso sí estuvo mal. Muy mal para los otros militares.
El asunto se destapa porque alguien tuvo acceso a las actas del Tribunal de Honor o a una parte por lo menos de ellas. Leonardo Haberkon fue el periodista que se llevó los laureles al obtener semejante primicia exclusiva. ¡Bien por él! Todos los que alguna vez intentamos laburar de periodistas y destapar algún tarro con mal olor, acudimos a fuentes de nuestra confianza y a fuentes de ninguna confianza también… Si nos daban las pruebas y servía para escribir una historia que pudiera tener interés general, allá iba la nota. Claro que todos, siempre, sabíamos que ‘Don Fuentes’ nunca es desinteresado y sus versiones hay que tomarlas con pinzas. Por algo nos dan una primicia. Mejor dicho ‘para algo’ nos dan la información. Por algo se filtra un documento. Siempre, siempre, pero siempre, hay algún interés personal. El periodista evalúa eso y usa de la mejor manera posible y de acuerdo también a sus gustos, preferencias y convicciones, el material que obtiene.
No termina de quedarme claro cuáles fueron los caminos por los que transitó cada protagonista. Qué leyó y que no, cada uno. Qué hizo quien, dentro de sus competencias y obligaciones; qué no hizo éste o aquél, aunque fuera su deber, obligación o derecho.
Tabaré (el Presidente uruguayo) dispuso el cese del comandante Gral. Guido Manini porque salió feo a criticar al poder judicial. Así nos enteramos que intentar juzgar y condenar a los culpables de violaciones terribles a los derechos fundamentales de decenas de hombres y mujeres es ‘injusto, inmoral, canalla y cobarde’. Los torturadores y asesinos no son otra cosa que honorables soldados. ¡Triste y terrible!
Destapado el tarro por la nota de Leonardo en El Observador, el Presidente destituyó también al Ministro, al subsecretario y a seis Generales que integraron los tribunales. Uno de ellos fue nombrado comandante y duró dos días en el cargo. De los 15 generales que conformaron la cúpula del ejército ‘marcharon’ 7. Toda una señal política. También es una señal que la venia para destituir a varios de esos generales, debe ser aprobada por el senado y por 3/5 de sus integrantes. Se necesitan votos de la ‘oposición’. Con buen criterio los senadores: blancos, colorados, el independiente Mieres y también los frenteamplistas, en voz más bajita claro, reclaman conocer las actas del Tribunal de Honor. Todas las actas. En ellas habría mucho más que la confesión de Gavazzo. Están también las acusaciones de Silveira, porque ‘el pajarito’ cantó. Y quién sabe qué más hay allí.
El Parlamento tiene que conocer las actas. Tenemos que conocerlas todos. ¿Pero, es condición necesaria una revisión exhaustiva para votar las venias de destitución? No lo entiendo. ¿Qué más tienen que decir para votar la venia de destitución de quienes, por lo menos, las ignoraron?
Sí, tengo las entendederas entorpecidas como decía el veterano.
¿Cómo se llega a esta situación? Los Generales destituidos eran niños o jovencitos en la dictadura, pero fueron educados, en democracia, por profesores que suscribían la ‘Doctrina de la Seguridad Nacional’, esa que justifica todas las aberraciones cometidas como parte de una pretendida ‘defensa de la democracia’. Los oficiales del ‘Plan Cóndor’ fueron formados por militares de los Estados Unidos en las ‘escuelas’ de los franceses y alemanes. Aprendieron prácticas que desarrollaron los nazis o los franceses en la Guerra de Argelia. Un verdadero espanto.
De la Escuela de las Américas salieron los golpistas que llenaron de sangre Nuestra América. Aquellos oficiales formaron estos generales. En nuestras escuelas militares ¿entran también los hijos de cabos y sargentos? ¿O sólo los hijos de oficiales pueden tener altos cargos en la ‘familia militar? ¿Cuál es la regla y cuál la excepción que la confirma?
Sin entrar a la discusión de fondo que cuestiona la necesidad y la utilidad de las Fuerzas Armadas. ¿Qué Fuerzas Armadas queremos y para qué funciones? ¿Es razonable que tengan una educación especial, elitista, en las Escuelas Militares, apartada del resto de la sociedad? ¿Cómo nos aseguramos una formación democrática para nuestros oficiales? ¿Necesitan las Fuerzas Armadas un sistema de retiros especial, exclusivo y privilegiado? ¿Por qué y para qué? ¿Es necesario o conveniente que tengan su propio sistema de salud? ¿Por qué no integrar esos recursos al Sistema Nacional de Salud? ¿Qué recursos obtienen y manejan las Fuerzas Armadas a partir de su participación en las Misiones de Paz? ¿Los legisladores controlan eso? ¿Tienen toda la información? ¿Son recursos que se manejan dentro del presupuesto y con los mecanismos correspondientes? Dicen que el mayor aras del Uruguay es el del ejército: ¿Cómo se controla?
En fin, se duele Don Manini y su cofradía porque hay uruguayos que no queremos ‘estas’ Fuerzas Armadas. ¡Bueno sería! Personalmente no estoy nada seguro de querer profesionales de la violencia, menos con la perspectiva que se encarguen de ‘cuidarnos’ como propone ‘El Guapo’. Está todo para conversar, pero estas Fuerzas Armadas se ganaron en buena ley que no les tengamos confianza.