“Las noticias falsas (en inglés “fake news”) consisten en un contenido seudoperiodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales, cuyo objetivo es la desinformación.
Las noticias falsas se emiten con la intención deliberada de engañar, inducir a error, manipular decisiones personales, desprestigiar o enaltecer a una institución, entidad o persona u obtener ganancias económicas o rédito político. La noticia falsa o noticia bulo tiene relación con la propaganda y la posverdad. Las noticias falsas, al presentar hechos falsos como si fueran reales, son consideradas una amenaza a la credibilidad de los medios serios y los periodistas profesionales. La difusión de noticias falsas con el objeto de influir en las conductas de una comunidad tiene antecedentes desde la antigüedad, pero dado que su alcance está relacionado directamente con los medios de reproducción de información propios de cada etapa histórica, su área y velocidad de propagación resultaba escasa en las etapas históricas previas a la aparición de los medios de comunicación de masas. El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación permitió que la dispersión de noticias falsas y su utilización para fines políticos se transformara en una preocupación global”. (Wikipedia)
Escribe: Mariana Rabinovich López. Agosto – Setiembre 2019.
La información, y la desinformación, son poder. Han subido y han bajado presidentes. Han ocultado y revelado datos fundamentales económicos y sociales. Han determinado justicias e injusticias. Versiones de la historia. Caminos de futuro. A diario, enfrentada a las noticias “del mundo”, me encuentro leyendo, escuchando o mirando con desconfianza prácticamente cualquier aseveración. Cuanto más exuberante, más sospechosa me parece. No lo hago ex profeso, es parte intrínseca de mi idiosincracia periodística y política hace ya décadas (sic).
Me consta que lo mismo le sucede a mucha gente. Es, en un punto, bastante angustiante, “no saber” en qué creer. Sí saber, que no se puede a priori creer en nada. Ejemplos escandalosos de fake news: La primera que recuerdo es la del pinguino supuestamente `empetrolado` de la Guerra del Golfo pérsico en 1990. Una que me aterra: las elecciones de EE.UU que ganó Donald Trump. Reciente en el tiempo y similar por los resultados a la anterior: el triunfo del nefasto Jair Bolsonaro en Brasil.
Justamente de Fake News y Bolsonaro, trata este editorial. Porque el abuso de poder, un demente odiador y cruel a cargo de la mayor potencia sudamericana, tienen sus consecuencias. Todos vamos a pagar por eso. Especialmente nuestros hijos, nuestros nietos y bisnietos… El amazonas se quema. SE QUEMA EL AMAZONAS… NADA MENOS… La reacción mundial demoró semanas, increíblemente. En parte, por esa misma “desconfianza” que nos llevó a estar como el cuento con moraleja del zorro y las ovejas (y finalmente cuando el zorro llegó, nadie creyó a la oveja mentirosa que estaba en peligro, y se la comió).
Así, cuando una de las noticias más tremendas, de dimensiones de devastación mundial, comenzó a expandirse por las redes, abriéndose paso con esfuerzo en la maraña de mugre y neurosis que reúnen normalmente, nadie o casi nadie creyó… -SE QUEMA EL AMAZONAS !!!, gritaban particularmente los jóvenes brasileños.
¿Quiénes los escucharon, creyeron y ayudaron a difundir? Los otros jóvenes del mundo. A mí me lo contó mi hija de 17 años. -Má (me dijo espantada pero dándolo por hecho), ¿Nos vamos a morir ahogados verdad? ¿Vamos a estar enfermos primero o será de golpe? -¿Por qué decís eso? -¿Qué, no sabés? Se está quemando el Amazonas. Me la quedé mirando. Verguenza me da decir que hacía una semana que el fuego había comenzado, ya se había tragado espacios similares a “cientos de canchas de fútbol”, decía el primer portal de internet que abrí para intentar entender. Y yo creyéndome una persona medianamente informada…
Hoy, unos 15 días después, sólo se me ocurre pensar en el peligroso absurdo de estar absolutamente conectado y soberanamente desinformado.
Pienso en el futuro, no en el mío por supuesto. En el de mis hijos y sus hijos… y se que tenemos que actuar…