Cuento de ARIEL WOLF, del libro DARSE LUZ.
Iba por la feria pensando en el destino y decidí comprar pepino. Seguí mi viaje, ligero de equipaje, sabiendo que a pie no hay peaje. Me dijo un paje que en cada paso se acerca uno a su ocaso, que sin apuro se va al fracaso, pero sé bien que la urgencia trae porrazo.
“Piano, piano voy lontano” bromeo con el pepino en la mano, sabiendo que nunca es sano que se te vaya la mano persiguiendo algo lejano. Pero tampoco el pantano. De vez en cuando un habano.
El futuro no es seguro, aunque todo pinte oscuro y el presente sea duro, aunque me dé contra un muro, yo igual no me fisuro, ni encaro para el cianuro. “¿Acá venden huevo duro?” le pregunto a una puestera. “Usté está en cualquiera. Yo acá lo que vendo es cera, en porciones o entera” “¿Y esas bolsas de arpillera?” “Tan todas llenas de pera” “¿Tan entera?” “Puede probar la que quiera”.
Mordí una entusiasmado; en bocado regalado no hay pedazo machucado. Cuando venís complicado hay que hacerse el abombado y llenarse de prestado. En el puesto de pescado me sentí como el salmón y aproveché la ocasión pa’ cambiar de dirección. No está mal la del cangrejo, de mi lugar no me alejo y aunque frunza el entrecejo, al garca no me asemejo, veo el partido de lejos, no lo tomen por consejo: el destino es parejo.
Imagen: Peter Pink.