Cecilia Vega, hoy directora de la Oficina de Supervisión de Libertad Asistida, nació en Tacuarembó en el año 82` pero se reconoce muy maragata. Ama la ciudad de San José, su geografía y su gente. Muchos y muy buenos amigos de distintas edades hizo de joven ella por estas tierras. Era una niña interesada en lo social, en las comunicaciones, en la vida y los demás. Dinámica, curiosa, super alegre, muy buena en lo que se planteara hacer y muy buena gente.
“Con mi familia nos vinimos cuando tenía 7 años para Rincón del Pino y luego al empezar el liceo, a la ciudad de San José. Hice el Sagrada Familia y el Liceo 1 en Bachillerato. Allí estaba cuando a los 13 años vi una convocatoria del diario SAN JOSÉ HOY para noteros ¡y me presenté de gran caradura! David Rabinovich habló conmigo y me dio la oportunidad que tanto agradezco, ¡que tan feliz me hizo y me abrió las demás puertas!”. ¡Empecé a hacer la página joven y estuvimos años haciéndola! Hasta que empecé la Facultad permanecí en el diario y también estuve con Gerardo Viña en la radio, haciendo la historia de los clubes de fútbol, hacía la previa de los partidos, la redactaba y la leía. Los quiero muchísimo a ellos, a la familia Betarte y tantos otros… Luego hice un programa agropecuario por FM con una ingeniera agrónoma. Todos unos recuerdos maravillosos, gente que quiero tanto…”Entrevista: Mariana Rabinovich.
De niña-adolescente se notaba que tenías un perfil y un gusto muy marcado por la comunicación, pero estudiaste abogacía… ¿qué pasó?
¡No se sabe! Muy segura elegí estudiar derecho pero es cierto que todo el mundo creyó que iba a estudiar comunicaciones,¡ hasta yo! (ríe) Cuando me fui a Montevideo empecé a trabajar en una bodega, estuve un tiempo, y luego en una casa de créditos. Después me presenté en el INR (Instituto Nacional de Rehabilitación – sustituto de la ex Dirección Nacional de Cárceles, dependiente del Ministerio del Interior). Cuando sucede este cambio en el 2010, se hace un llamado a operadores penitenciaros para las cárceles.
Y no es tan fácil salvar ese examen, que cuenta con una exigencia de prueba física también…
Casi me muero cuando supe que tenía que hacer el test de Cooper, que incluía correr. Entregué toda la documentación y me lanzaron eso. ¡1800 metros, por mi edad! ¡Ta! Ni equivocada puedo correr casi dos kilómetros –me dije…-, ¡así que me fui de ahí convencida que era imposible! Pero mi marido me empujó a entrenar un poco a ver qué pasaba, insistió por las buenas… y bue, empecé… ¡unos días antes me dolía todito, la cadera, etc…! Autosabotaje me hacía. ¡No voy a ir!, dije. Y él otra vez insistía: ¡dale andá! Lo peor que te puede pasar es que lo pierdas, yo te llevo… vamos!! ́ Y bue, tá. Allá fui… en febrero, ¡un caloooor!, en 12 minutos había que hacer el recorrido. ¡Lo hice! ¡Pero salí de ahí que no podía caminar! (Ríe) Y así entré! Hice todas las pruebas y empecé a trabajar en cárcel de mujeres, como operadora penitenciaria, es el que sustituye el trabajo del policía dentro de la cárcel, porque la intensión siempre es sacar a la policía de la cárcel y poner civiles. Porque la policía tiene otra función, reprimir, prevenir, pero no cuidar presos. Incluso para el que está adentro es un razonamiento que no va: `vos me agarraste y vos me tenés acá adentro`, no está bueno. Es otra formación. Nosotros estamos más formados en derechos humanos, el diálogo, la palabra.
¿Cómo fue la experiencia trabajando en cárcel de mujeres?
Entré allí, en Punta Carretas, como grado 3. Área técnica. Estaba en la oficina de redención de penas. Lo que hacía era los cálculos de la redención por trabajo y por estudio y lo enviaba al Juzgado hecho informes. Luego de eso tuve una oficina de asesoramiento jurídico, donde atenía todas las demandas de los presos, que siempre tienen muchas. Los presos en general tienen mucha falta de información, no saben en qué están sus causas, los abogados no van… Así que el director en ese momento me pidió que hiciera esa gestión, las atendiera, evacuara las consultas y dudas, llamara por teléfono a los juzgados, esas cosas, aprovechando la formación porque esa no era en realidad mi tarea. De ahí pasé a trabajar en la jurídica mismo de la cárcel y en 2013 concursé para el grado que tengo ahora, escalafón A grado 8, profesional. Para hacer tareas técnicas específicamente. Concursé para asegurarme que siempre trabajaría en lo mío, un grado de abogado, que es el que tengo ahora. Había un solo puesto, fue un llamado abierto y perdí la presupuestación cuando me presenté. Yo pensaba, esto debe estar arreglado, ¡igual me presenté y quedé primera! Y entonces comencé a trabajar en el patronato de encarcelados y liberados. Era un trabajo muy lindo, trabajábamos mucho para insertar gente en instituciones, ya liberados, y en convenios para gente privada de libertad también. En 2016 me ofrecen pasar a la cárcel de madres con hijos. Voy para ahí desde el 2016 al 17, en la subdirección administrativa y después pasé a la asesoría jurídica del INR. Ahí sí ya era tarea administrativa, expedientes, sumarios, investigaciones. Aprendí mucho porque veía de todo. Estando allí me ofrecen la dirección de la OSLA y es lo que hago ahora.
“El camino son las medidas alternativas. Nos faltan como sociedad años luz para entender eso y aceptarlo”
¿En qué consiste el trabajo de la OSLA (Oficina de Supervisión de Libertad Asistida)?
Se creó en el 2010 como el INR. Se ocupaba primero de tareas comunitarias por faltas, prisiones y arrestos domiciliarios. Previo a su creación era el patronato el encargado de todo eso. La OSLA se comienza a conocer a partir de la sanción de la Ley 19446, de 2017, que crea el instituto de la Libertad Vigilada y la Libertad Vigilada intensiva. Son penas que se sustituyen. Son personas que deben cumplir determinadas características, no ser reincidentes, reiterantes. Que por el delito que cometió le corresponderían 3 años de cárcel pero como cumple con las condiciones se sustituye por un régimen de libertad vigilada. ¿Qué implica eso? Que la persona no va a la cárcel pero queda sometida a cierta vigilancia, un seguimiento técnico. Nosotros recibimos el oficio y lo que tenemos que hacer es una entrevista con esa persona, llamarla, citarla, entrevistarla con nuestros técnicos y elaborar un plan individual de intervención. Eso se eleva al juez
¿Qué tipo de personas, de casos, quedan bajo libertad vigilada?
De todo… Es para delitos a los que corresponden hasta 3 años de penitenciaría y para los de libertad vigilada intensiva de 3 a 5 años. Entran muchos delitos. Tenemos libertades vigiladas de dos meses y de 5 años. Desde que se creó el instituto hasta ahora, 2017 a hoy, tenemos un poco más de 2000 personas en esta situación. Activas hoy unas 1500. A eso se le suma que en nuestra oficina se ha incrementado mucho el trabajo a partir de la Ley mencionada.
Los arrestos y prisiones domiciliarias con el nuevo código se incrementaron significativamente ¿verdad? ¿El objetivo es desagotar las cárceles?
Se incrementaron al doble, o más. Es todo para desagotar las cárceles. Exacto, todo lo alternativo a la prisión está bajo nuestra órbita. Somos 48 personas trabajando aquí y estoy muy orgullosa del equipo.
Una responsabilidad enorme. Supervisar la libertad de ciertas personas, lo que puede incidir en la seguridad de la población porque es gente que ha delinquido y está suelta…
Sí, una enorme responsabilidad, porque dependiendo del plan que nosotros hagamos esa persona va a reincidir o no. Nuestro objetivo es ese, justamente, bajar la reincidencia, todo el tiempo trabajamos por eso. En ese plan, dependiendo de la vida de esa persona y lo que surge en la primera entrevista, es lo que se va a elaborar. Se va a acordar, por ejemplo: `vos tenés un problema de adicción a las drogas y lo vamos a atender, vas a hacer un tratamiento`. Si ya no viene dispuesto por el Juez, lo hacemos nosotros. Le decimos: ́lo ideal sería esto, que te podamos derivar ́. Vemos si tiene mutualista, o qué prestador de salud. Lo mismo si es por violencia, derivamos a un grupo de ayuda especialista en el tema. Tenemos gente que capaz no ha terminado los estudios y se ve en el transcurso de la entrevista que puede llegar a ser productivo que los termine, o realice un curso no forman. El técnico es eso lo que mira, trabaja para definir qué puede acordarse con esa persona y a la vez que sean condiciones que la persona las pueda sostener. Y que luego nos lleven las constancias. La intención es sacar a la persona del delito. Que enfoque su vida para otro lado, ese es el desafío.
¿Funciona el sistema? ¿Se logra sacar personas del delito e integrarlas productivamente a la sociedad?
Funciona, sí. Siempre digo que si no confiáramos en que es posible no trabajaríamos en esto. Las medidas alternativas siempre son preferibles a la prisión. A nivel internacional está absolutamente demostrado que la cárcel no rehabilita a nadie, no es ese el camino. No es encerrando a la gente que vamos a lograr tener una sociedad menos violenta o bajar los niveles de delincuencia. No es por ahí. Si queremos realmente resocializar, rehabilitar, lo tenemos que hacer con otros medios, otras herramientas. Hablar de educación, de trabajo, de valores, un montón de cosas que no encontrás en la cárcel. El camino son las medidas alternativas, sí. Nos falta como sociedad años luz para entender eso y aceptarlo, es real. Como sociedad nosotros no estamos preparados para recibir todo esto, lo vemos. Porque todo el mundo dice: que los pongan a trabajar y hagan algo, pero a la hora de buscar lugares hacia dónde ir, no encontramos, es difícil insertar a esa gente. Entendemos que no cualquiera quiera recibir a una persona con antecedentes, que cometió un delito. Es una persona que puede generar dificultades. Pero en la medida que no entendamos la importancia de hacer esto entre todos, va a ser muy difícil cambiar. Nosotros desde que yo asumí estamos intentando que las tareas comunitarias tengan un sentido, es decir, no se trata de ir a barrer tres veces a la semana cualquier lugar y porque sí. Se trata de ver qué es lo que a esa persona le puede gustar, por ejemplo, ayudar a cocinar en un merendero de niños o ancianos. Vemos si la persona tiene un oficio, si sabe hacer algo, como pintar paredes por ejemplo y entonces buscamos dónde puede desarrollar útilmente esa tarea.
Estoy convencida que ese es el camino, absolutamente ese, necesitamos cambiar la cabeza todos, como sociedad.