Cuento de ARIEL WOLF, del libro DARSE LUZ.
Del mono Lito no queda siquiera una estatua. Antepasado de los actuales monos y de los primeros homínidos, se cree que fue el primero en pelar una banana. A él se adjudica la frase: Banana não tein carozo, mais tein filamento grosso que dificulta a masticação… Por supuesto que el portugués no existía aún. Algunos antropólogos y lingüistas infieren que el origen de la frase parte de una serie de chillidos de igual cadencia que los monos de hoy en día repiten como una herencia inmutable que ha pasado de generación en generación desde tiempos ancestrales.
Se ha dicho que la supervivencia del banano corre peligro debido entre otras cosas a la ausencia de carozo. Posiblemente haya algo de premonitorio en una frase que obviamente se refiere al valor de lo perecedero. La banana sabiéndose mortal, no pretende reproducirse, pero sí prolongar nuestro disfrute al engullirla ofreciendo resistencia a la masticada.
Los mismos académicos sostienen que la diferencia fundamental entre el mono actual y el hombre moderno no radica meramente en una cuestión evolutiva, sino que esta sería una consecuencia del conflicto surgido a partir de las enseñanzas del mono Lito. Al parecer sus discípulos se habrían dividido en dos grandes ramas del pensamiento monolítico -volviendo paradójica su denominación-, cada una de las cuales pasó a ocupar una de las dos grandes ramas del árbol -de ahí la expresión- en el que habitaba la manada o la monada -como también se la denominó- del mono Lito.
Por un lado estaban quienes creían que en el acto de pelar una banana por primera vez, el maestro había sugerido la posibilidad de que su especie desarrollase nuevas habilidades, el destino del mono era trascender.
Por otro lado estaban los que simplemente disfrutaban del descubrimiento, los famosos monos hedonistas que creían que el destino de su especie era ascender, pero al árbol y no mucho más. Éstos se dedicaron a engullir bananas a troche y moche, su obesidad y la falta de ejercicio les impidió trasladarse cuando comenzó la escasez de plátanos.
Los monos estoicos emigraron, lo que los obligó a adaptarse a otros habitats desarrollando esas nuevas habilidades presentes hasta ese momento solo en su discurso teórico. Generaciones posteriores erigieron primitivos monumentos que conmemoraban el descubrimiento del mono Lito, imitaban una banana pelada hecha de piedra que denominaron el palo lítico, de donde deriva la expresión que se refiere a esa época. Ese fue el origen de lo que más tarde serían los obeliscos.
La civilización humana es heredera de esta última vertiente y ansía –con diversos matices- la trascendencia individual y/o colectiva.
Sin embargo y contra todo pronóstico los monos glotones sobrevivieron sin mayores esfuerzos por superarse. Aparentemente los monos actuales no tienen conciencia de lo revolucionario que fue el descubrimiento del mono Lito. Pero tal vez no sean tan ingenuos como creemos, y no se descarta que quizá integren la vertiente epicúrea más radical del movimiento monolítico, que en su repetitivo ritual gastronómico rinde el más fiel posible de los homenajes a la verdadera intención del maestro: disfrutar de la banana sin irse mucho por las ramas.