“Esta es mi revolución…”
Se llama Ernesto Rafael Martínez Crosa, nació en 1975 en San José de Mayo. Le gusta utilizar sus dos apellidos para presentarse por dos motivos: “Martínez habemos muchos y en el ambiente artístico hay que distinguirse; y también pensando en hacer visible que tengo una madre! Con 44 años estoy en una edad en que siento importante el regreso a mi tierra, a mi familia, el reconocimiento de todo eso”
El Rafa no precisa presentación, así de arrasadoras son sus palabras para iniciar esta charla-entrevista, como todo en él. Apasionado, feliz, contagiando anda el Rafa, de novio con la vida, siempre bailando. Reconciéndose y tendiendo manos. Altamente profesional y respetadamente pueblero. Genuino. Verlo bailar es un placer, pero también escucharlo y reírse con él. Desde niño la alegría le estalla por la piel. Irradia energía. Es un gran tipo para el que no todos los caminos fueron fáciles. “Reconocerme homosexual en un pueblo como éste, fue complicado”. Punto en común con el candombe que tanto adora: una historia de lucha por Ser. Una lucha que ganó. Que disfruta y lo merece.Entrevista: Mariana Rabinovich López. Junio 2019.
Hablamos unos segundos antes de comenzar la entrevista y quedamos en seguir el orden cronológico.
“Y por eso arrancamos por el medio! Caos, mi caos es orden! –exclama, siempre `arriba`. “En realidad voy a empezar hablando de Paraguay, que es como el medio de mi vida. Porque supe irme, mi carrera de danza me llevó a Paraguay, muchos uruguayos partimos por el 2001- 2002 con la crisis. En ese momento había egresado de la Escuela Nacional de Danza. Estuve allá y fue una hermosa experiencia, con hermosa gente, muy latinoamericano todo, brasileños, chilenos venezolanos, de todo.
Fue un hito importante Paraguay, una cosa de despojo, hacer una carrera profesional en otro lugar donde vos no tenés historia es todo un desafío. Muy positivo. Yo estaba acá en el ballet del Sodre, aprendiendo, con todo un sistema jerárquico. Hacía roles suplentes. Por contratación porque no había concursos. En Paraguay se daba la posibilidad de audicionar, te veía una coreógrafa y elegía los roles. Quedé por suerte trabajando como solista. Fue una experiencia muy motivante, con una profesional número uno en Francia. Básicamente bailábamos ballet y algo moderno. Con esa compañía viajamos a Francia.
¿Así que tuviste una experiencia profesional en Europa y luego regresaste a nuestro país?
Sí, volví a Uruguay, había cambiado el gobierno. Era ya el año 2005. Pero antes de eso, en mis inicios en ballet en Uruguay, yo era estudiante de Derecho. Era impensable cuando terminé el liceo ser bailarín. En algún momento de niño, mis padres me quisieron mandar, pero a mí no se me había ocurrido. No existía la información que se podía vivir de eso. Empecé de grande a bailar, porque primero hacía juzgados, como estudiante de Derecho, tenía 22 años. Trabajaba en Fundación de Cultura Universitaria y estaba recopado, era un buen laburo, y también hacía pasantías en Serpaj. Estaba en la carrera, no me iba mal ni nada. Pero fue pasar por la escuela nacional de danzas… (suspira)
Y todo se redimensionó!… ¿Cómo fue? ¿Tenías el baile durmiendo en tu cuerpo y un día te despertaste y dijiste `voy a ser bailarín`?
No no no! Yo iba caminando y pasé por la puerta de la Escuela Nacional de Danzas, vi el cartel de inscripciones y entré. Me anoté. Al mes volví y di la prueba.
Siempre me gustó lo escénico, hacía Teatro acá con Triador. Pero la danza siempre estuvo muy cargada del prejuicio de la homosexualidad y yo soy una persona homosexual, de pueblo, que en realidad me reconozco homosexual a los 20. Fui un niño, un adolescente que tuvo que autoreprimirse y volverse a definir en una realidad heterosexual porque esa era la norma y nadie te educaba para eso.
¿Te resultó difícil asumirte homosexual en San José?
Lo de salir del closet es asumirse, no tenerse miedo ni vergüenza. No pensar que estás haciendo algo que está mal. Lo que pasa es que yo soy de una generación que cuando era un niño y era afeminado, y sabía que me gustaban los varones, apareció el sida, y planteado como la enfermedad de la homsexualidad. Hay un tema también, que tiene que ver con la familia, que era una enfermedad la homosexualidad aún ahí. Esa realidad te contextualiza. Eso pasó previo a la Escuela de Danzas. Pocos meses después de asumirme, entré a la escuela.
Fue un movimiento imponente, de todo en tu vida. Desde los cimientos hasta el aspecto te redefiniste. Tomaste las riendas. Eso es ser valiente.
Fue imponente. Radical. ES imponente cuando agarrás un camino y vas. Cuando decís: esto es nuevo pero me siento absolutamente cómodo. Sigo para ahí. Te estás sacando un montón de ropas que no querías usar y en el fondo lo sabías. Y vas agarrando las ropas que querés agarrar, las que querés lucir y cómo hacerlo. Eso fue todo un proceso. En Montevideo trabajé mucho en la danza. Hacía desfiles de body painting, trabajaba de modelo artístico en Bellas artes, hacía el famoso desnudo en la Facultad. También hice transformismo, video clips. Tenía un personaje, Floppy fatal, en Millenium, el boliche under. También estuve en obras de Teatro, comerciales, fiestas. Trabajaba de bailarín y modelo.
Y en ese momento estaba en el tope de lo que se podía hacer acá, bailarín del Sodre. Más que eso ya no había. Así que partí…
Y a todo esto… ¿cuándo, cómo, dónde aparece el candombe en tu vida?
Mi vida con el candombe tiene como una historia paralela. Ahí ya bailaba comparsa. Al haberme empoderado de mi identidad homosexual y trabajar en la danza, comencé a salir en comparsas
Basta verte para darse cuenta que el baile, el candombe te sale del alma, es parte de tu alma…
Yo no lo puedo explicar porque en mi casa no se escuchaban tambores, pero los escuchaba de chico y me vibraba el cuerpo y lo tenía que sacar. Recuerdo ir a ver por ejemplo en el Teatro de Verano a los maragatos, con mi padre, y ver a Marabunta y me enloquecía. Es el recuerdo más grabado que tengo. La primer comparsa que salí, Serenata Africana.
¿Se podía mixturar ser bailarín del Sodre con salir en comparsas?
Se podía, soy de la generación en que el Carnaval se empieza a profesionalizar, con la presencia de Tenfield, en el parodismo. En esos años es justo cuando se comienza a integrar la gente del teatro al Carnaval y el ballet a no verlo tan mal. Mi maestro Roberto Lencina bailaba ballet y también Candombe. Él fue importantísimo, él me acunó.
¿Cuándo te convertiste además, en profesor de danza?
En 2008 me lesioné y tuve que dejar el ballet. Tomo la posibilidad de trabajar en el Bachillerato de Arte, profesorado. Básicamente cambié de trabajo porque elegí cuidar mi cuerpo. Y me enamoré de eso, de dar clases. Yo sabía que ya no podía bailar ballet a ese nivel profesional, y la vida es larga, el cuerpo no me iba a aguantar. El candombe es distinto, sí se puede. Entonces llego en 2007 a la comparsa Barrio Ansina, mi escuela, mi Universidad del candombe. La generosidad de la comunidad, la buena onda, todo lo que aprendí lo llevo conmigo siempre. Soy hijo de Ansina por más blanco que sea. Aprendí que el candombe es una cultura de lucha y resistencia, es una cultura afro en la que participamos las personas blancas. Sentir todo eso fuerte que tiene el candombe es sentir toda la historia que tiene.
Hablanos de un capítulo aparte en tu vida: La comparsa La Explanada.
Trato desde el lugar que estoy, dirigiendo La Explanada, de hacer vibrar nuestra propuesta. A partir del 2009 se fue volviendo más continuo el grupo que salió desde la explanada de Afe, la casa de la familia Cardozo. Así nació. Me invitan y voy. Siempre jodemos porque yo les dije en un primer momento que cuando fueran más tambores que perros, iba. Es un chiste interno, pero real (reímos mucho). Eran 9 amigos, 9 tambores. Y no sé por qué pero los perros se atraen con los tambores! Así se dio que yo me encargara del cuerpo de baile y todo lo que faltara, bailarines había 4. Así que con Ansina vino en el primer carnaval todo un refuerzo para que La Explanda naciera. Y nació así.
De la ́semilla de Ansina ́ y la labor de amigos y vecinos.
Al otro Carnaval nos propusimos salir en Durazno. 2011. Tuvimos quiebres, yo no salí un par de años. Pero siempre se mantuvo como un proyecto colaborativo, es una familia. Siempre después de una crisis se resuelven las cosas y comienzo a dirigir la comparsa, con el objetivo claro de poder llegar a Montevideo. Así que fuimos primero a Flores, luego sumamos Durazno y la rompimos. Quedamos a nada de llegar a Montevideo, que entran tres. Salimos cuartos por un pelito. Mientras, participamos de movidas de arte y juventud, de estudiantinas y este año ganamos un fondo MEC para hacer un espectáculo en el Macció, es ahora, el 26 y 27 de Julio: El Tren del Tambor. Llegamos a Montevideo, clasificamos y fuimos a desfilar en 2018. Y nos fue bárbaro. Y vamos con todo para el año que bien. Es muy cansadora una comparsa y lleva mucha plata. No es fácil. Gastamos alrededor de 800.000 pesos cuando salimos. El gobierno departamental nos ayuda pila y la gente y comercios. Agradecemos enormemente, tenemos deudas y las vamos pagando de a poco.
¿Qué tipo de danza enseñas? ¿Estilo perfección sodre, o diversión candombe… o ambas?
(Ríe Rafa, ríe mucho…) Actualmente doy clases para todas las personas. Una danza pensada para que todos puedan vivirla, disfrutarla, bailar. Es la danza con la gente. No estoy en el campo de la danza académica espectacular. Buscamos proyectos para bailar en la comunidad. Con niños, jóvenes y adultos. Expresión, comunicación, juegos. Eso es!
Foto: José Luis Mazzeo, desfile oficial Llamadas 2019.