“Esta es una bodega familiar. Nosotros somos la 4ª generación de Rovere. Actualmente trabajamos en la Bodega Alejandro y Tamara, somos hermanos. Nuestro bisabuelo Rafael vino de Italia, de polizón, escapando de la 1ª guerra mundial (1914). Llegó a Montevideo y cuando pudo hacer algo de plata se la mandó a mi bisabuela, que por entonces era la novia –no aún la señora-, para que ella se viniera a Uruguay. Ella se vino y se casaron en el Barrio Peñarol. Y juntos los dos se fueron para Rafael Peraza a una estancia, él era capataz y ella cocinera. Allí tuvieron a la mayoría de sus hijos, pudieron hacerse de plata y comprar toda la zona de campos donde plantaron viñas”. Así comienza Tamara Rovere el relato de una historia familiar fascinante, hecha en base a trabajo esforzado y constancia, que comenzó hace más de 100 años y que la nueva generación mantiene viva y renovada.
Bodegas Rovere.
“El bisabuelo plantó toda la viña chiquita –a 20 cms. del suelo y una altura de 1 mt., que era el tipo que se usaba entonces-”. Así creó toda la bodega que llamó “La Italiana”. Pequeña, como para consumo familiar más algún vecino de la zona.
“Cuando Rafael fallece, su esposa Margarita, nuestra bisabuela, repartió los campos a todos sus hijos en partes iguales. A mi abuelo le tocó este campo, Edmundo Francisco Clemente. El papá de mi papá. Él retomó el tema de los viñedos y le cambió el nombre a “Las Margaritas”, porque la mamá se llamaba Margarita, la señora también y la hija, mi tía, también. Tenían repoquito vino, lo llevaban a San José y hacían trueque. Ya en el 72` papá, Milton, se recibe de enólogo y el abuelo ya no quiso saber mucho más”. Fue el tiempo de la reconversión. Allí arrancó toda la uva chiquita. Plantó en Lira (tipo V). Hay dos manera de plantar las uvas: en espaldera (espalda con espalda) o en Lira.
“La reconversión fue toda en Lira. Pero papá antes de fallecer, en 2012, plantó en espaldera, porque las máquinas que vienen de Francia se adecúan a eso y no precisás tanta gente para arrancar las uvas. Un tipo siempre visionario papá”, dice Tamara, dando paso a su hermano, que agrega: “Esas máquinas hacen sólas lo que antes hacían hasta unas 200 personas. En el país hay unas 5 máquinas de ese tipo y te las alquilan, con dos personas hacen todo. Para bodegas grandes de más de 100-200 hectáreas como hay en Canelones, es ideal. Un cambio total”. Y continúa explicando: “La uva cuando está para arrancar hay que arrancarla, no podés esperar una semana. La podés ir llevando según las variedades pero por unos días solamente, no te podés correr mucho. La moscatel es la primera que madura. Después vienen las otras. Y si llega a venir un tiempo malo, llovedor, olvídate. Tenés que sacarlas lo antes posible porque el agua las pudre toditas a las uvas. Llegan todas las pestes enseguida”.
La cosecha de la uva sucede sólo una vez al año. “Nosotros tenemos sólo 8 hectáreas y sacamos 175 mil kilos de uva el año pasado que fue extraordinario. Este año sacamos 100. Esos kilos de uva se transforman en un 75% en vino. O sea, en 100 kilos de uva, aproximadamente 75 mil litros de vino. Ya en esta época estamos podando. Estirando alambres, atando la viña, hay que cuidarla mucho de la helada, es un gran problema. Hay que deshojarla, limpiarla abajo que no la coman las hormigas. Y todo eso rogando que no caiga un granizo, que no venga un temporal que la tire abajo. En ese caso tenés el seguro que te cubre, pero no es lo mismo, porque vos con eso deberías vivir todo el año, con las ventas”.
El personal completo de la bodega está compuesto por los hermanos Rovere más sus tíos maternos, que también trabajan allí todo el año, y otro muchacho que los acompaña desde los 14 años. Hasta la cosecha ellos 5 hacen todo el trabajo. Cuando llega el momento de recoger, en febrero, sí necesitan otro apoyo. En el año, Alejandro se ocupa junto a los otros dos hombres en la viña. Tamara reparte y vende.
Los viñedos están muy expuestos a cualquier situación climática extrema que haga peligrar el cultivo. “Hace dos años cayó granizo 4 veces. Ahí perdimos un 50% de la cosecha. Una cosecha como la del año pasado hacía añares que no se veía, el clima fue ideal. En tanto en el campo de al lado, que es pradera, no había nada, por la seca tan grande. Nada progresó, pero para la viña fue espectacular. El campo rezaba que lloviera, nosotros que no lloviera! Lo ideal es la llovizna que ocurrió en diciembre, entonces la uva creció. Ya cuando arrancó febrero fue tomando el color, lo ideal es que haga calor, así se va produciendo el grado y no entra ninguna peste. El problema es si no llueve y la uva está chiquita y con el calor revienta, ahí le entran todas las enfermedades, las pestes. El año pasado fue perfecto, llovió exactamente cuando tenía que llover. Entrar uvas a la bodega con 15º era normal, una blanca que te de 12 o 13 grados es demasiado bueno, ideal. Vos en la calle podés vender el vino con determinada graduación. 10,7 de graduación los vinos de mesa, no menos pueden tener para venderse en la calle. Otros 12,6. Podés pasarte pero no tener menos en graduación”.
Los detalles técnicos los aporta Alejandro. Tamara agrega: “El cuidado de todo el año y lo bien que te vaya con la naturaleza es lo que hace que la uva esté espectacular. Si la uva está bien, rica de azúcar, sana, lo que ella produce sóla por naturaleza alcanza y sobra, significa que tu vino será un espectáculo. Pero si ya la uva entra con problemas a la bodega, no es un vino bueno”. Es la naturaleza en su mejor momento la que produce el mejor vino. El fertilizante ayuda a conseguir mayor producción, pero no calidad del vino. “Si vos le das de comer a la uva, si está fuerte, te lo devuelve en producción. Cuando llega el momento de cortar la uva se traen unas 15 personas de fuera a hacer la zafra. La cortan por variedad, por graduación. Allí va a la moledora. Se saca el hollejo por un lado y el jugo, la semilla, la cáscara y la pulpa por el otro. Luego con una manguera lo mandamos a la pileta que queremos. Y ahí viene el resto del proceso. Queda fermentando. Con dos o tres personas ahora lo resolvemos. La variedad depende del tiempo de fermentación. Un tannat, un cabernet, queda 7 u 8 días fermentando”, dice Alejandro.
“Voy haciendo el movimiento para que no se queme el orujo, porque está a altísima temperatura. El vino de abajo lo traigo hacia arriba y al revés. Si uno se queda allí escuchando siente el ruido, y si mirás ves todo el vapor, el alcohol dando vuelta allí. Se ha muerto gente por eso. Si te caés por accidente ahí morís. El gas te mata. Sólo asomándote te tira para atrás. No te deja respirar si caés ahí”. El vino rosado se hace de un día para el otro, en un día y medio ya se produce un tinto. Va cambiando de color.
Bodegas Rovere tiene 10 variedades de vino, más un corte nuevo, creado con la suma del aporte de todas las bodegas de San José (5 en total). Próximamente también las 5 Bodegas harán juntas la bebida “Alambique”, una grapa. Es un proyecto que se ganó en la intendencia y hace posible aprovechar lo que se tiraba como desperdicio de orujo.
LA PROPUESTA TURÍSTICA: Visita guiada con degustación de vino.
Hace un año, Bodegas Rovere reformó un galpón que se encuentra en el casco de la finca y lo transformó en un salón rústico de exhibición, con baños para dama y caballero, una pequeña barra/mostrador y un espacio central adecuado a pequeñas reuniones. “La propuesta surgió naturalmente, la hija de Alejandro fue de visita con sus compañeros de colegio, pero organizada al estilo `guiado`. Aparecieron 100 gurises –la idea original eran 30-. Así fue el inicio, merendaron, aprendieron, etc. Sucesivamente fueron llegando otros visitantes escolares, pero luego también grupos de adultos. En el Facebook de Bodegas Rovere se pueden encontrar los detalles de contacto y consultar por la propuesta. Es un paseo riquísimo. Natural. Que aporta la enseñanza de cómo trabaja una empresa productora nacional y del campo. La primera gran Fiesta general fue la Fiesta de la Vendimia (el 17 de marzo). La iniciaron este año y planean repetirla de aquí en más. “Acudieron 93 personas, esperábamos 60. El tiempo acompañó como mágicamente”. Llovía alrededor pero en las tierras Rovere ni una gota. Un día espectacular de sol. Declararon agotado una semana antes, la idea era hacer las cosas bien, no recaudar. Los visitantes recorrieron la zona en tractor, jugaron búsqueda del tesoro con botellas escondidas en la cosecha. Premiaban a los que llenaban los primeros cajones. Gente de Montevideo experimentó por primera vez el pisado de uva descalzo, como antes. Una experiencia sensorial embriagadora. Y también la Fiesta de San Juan fue un suceso. Más de 70 personas acudieron encantadas al campo, puntualmente sobre las 19 horas, del día 23 de junio. A la entrada varios fuegos pequeños iban señalando el camino. Por allí se llegaba a la casa y la inmensa fogata central, salpicada de romero. Cena por estaciones estilo picada, música, baile y fiesta sana. Un brindis por la vida!